Estrategias políticas para el tratamiento de las drogas ilegales en Colombia

Resumen

Para la década del noventa, la institucionalidad en Colombia se encontraba vulnerada frente a grandes carteles que traficaban y comercializaban con narcóticos. Fue en este contexto en el cual surgió el Plan Colombia, estrategia para recuperar la institucionalidad, reducir los cultivos ilícitos de coca y amapola, debilitar la economía de los grupos ilegales insurgentes, y finalmente recuperar la confianza inversionista. Hoy 13 años después de implementado el Plan, los cultivos ilícitos han tenido una disminución pero persisten, el tráfico y el comercio de psicoactivos han mutado y el consumo se ha incrementado, por lo tanto se cuenta con una necesidad social manifiesta por abordajes que realmente procuren un desarrollo sostenible y que den respuesta a una demanda comunitaria por acciones que procuren la prevención, la atención, el tratamiento y la rehabilitación de las personas, con servicios de salud adecuados.

----------Palabras clave: sustancias psicoactivas, plan Colombia, producción de drogas, consumo de drogas

Abstract

During the 1990's, institutionality in Colombia was negatively affected by large drug-dealing cartels. It was in this context where the Plan Colombia was born. This plan was a strategy to recover institutionality, reduce illegal coca and poppy plantations, weaken the economy of illegal insurgent groups, and restore investor confidence. Today, 13 years after the implementation of the Plan, the amount of illegal plantations has decreased. However they are still present, the traffic and trade of psychoactive substances have evolved, and consumption has increased. Therefore, there is now an evident societal need for strategies which address these issues that truly lead to sustainable development. Likewise, the community requires actions aimed at preventing this issue and promoting the care, treatment, and rehabilitation of those affected by this reality while providing adequate healthcare services.

----------Keywords: psicoactive substances, plan Colombia, drug production, drug abuse

374 Universidad de Antioquia

Rev. Fac. Nac. Salud Pública Vol. 31 N.º 3 septiembre-diciembre 2013

Introducción

Colombia lleva más de tres décadas en una guerra contra

el narcotráfico y el comercio de marihuana, cocaína y

heroína. Sin embargo los resultados obtenidos no han

sido totalmente satisfactorios; muestra de ello es que en

el 2010 el país continuaba siendo el primer productor

de hoja de coca en el mundo. ¿Qué ha hecho el Estado

para hacerle frente a la sustancias psicoactivas ilegales?

¿cuáles han sido los resultados? y ¿cuáles han sido las

respuestas jurídicas para el tratamiento de las drogas ilegales?

serán las preguntas y ejes centrales en los que se

desarrolla el artículo proponiendo un recorrido histórico

y temático, que sugiere como punto de partida la década

del 90, con referentes que han permeado el fenómeno de

la droga hasta la actualidad, y que hoy crean los resultados

en producción y consumo de sustancias psicoactivas

en Colombia, esto acompañado con una serie de

respuestas jurídicas que intentan mediar con la demanda

y necesidad social.

Antecedentes y contexto

Era el año 1999, el gobierno de Colombia se reconocía

como un "Estado que aún no ha sabido consolidar

su poder" [1], razón por la cual se decide emprender el

"Plan Colombia: Plan para la paz, la prosperidad y el

fortalecimiento del Estado", convenio realizado entre

los gobiernos de Colombia y Estados Unidos con sus

respectivos presidentes de entonces Andrés Pastrana y

Bill Clinton. Dicho convenio, en el que se invirtieron

10.732 millones de dólares [2] pretendía con una duración

de 6 años emprender una lucha "contra el problema

mundial de las drogas, el crimen organizado y la violencia

que éste genera, la reactivación económica y social,

el fortalecimiento de las instituciones democráticas, y

los avances en las negociaciones de paz en Colombia"

[2]. Fue quizás una de las intervenciones militares más

grandes del mundo para intentar reducir a la mitad el

número de hectáreas plantadas de cultivos ilícitos (coca

y amapola fundamentalmente) [3], y una de las estrategia

más ambiciosas en contra del conflicto armado y

el narcotráfico [4]. Para el 2007, un año más de lo que

estaba previsto inicialmente el Plan, el gobierno encabezado

por el presidente de entonces Álvaro Uribe Vélez,

propuso la "Estrategia de fortalecimiento de la democracia

y el desarrollo social (2007-2013)" considerada

como la fase II del Plan Colombia [4], la cual pretendía

consolidar los logros alcanzados por el anterior Plan y

fortalecer "la estabilidad democrática, la promoción de

los DD.HH., el desarrollo económico y social, y la lucha

contra la pobreza" [5].

Aquel Plan Colombia es un referente histórico que

permite evidenciar la transformación que ha tenido el

país frente al panorama de la década de1990 al 2000,

con altos índices de violencia [6], elevadas tasas de homicidios

[7, 8], secuestros, masacres [2], desplazamiento

forzado, problemas en los sistemas de educación y

salud, corrupción en las entidades tanto públicas como

privadas, pobreza acompañada con desempleo e inequidad

social y en correlación directa con "la peor crisis

económica de su historia" [1]. Un decenio que mostraba

al país haciendo un llamado internacional frente a

sus diferentes problemáticas con un Estado debilitado

y con poca credibilidad frente a sus ciudadanos. Para

1999 la propuesta estratégica fue nombrar un punto en

el que convergen todos los fenómenos y fue aquí cuando

"el problema de la droga" con sus procesos de cultivo,

producción, transporte, comercialización, consumo y lavado

de activos aparece como un problema prioritario

que había alcanzado a infiltrar todas las redes de poder e

influenciaba la dinámica social del país [1]. De las diez

estrategias emprendidas por el Plan Colombia, cinco

manifestaban de manera explícita objetivos antinarcóticos,

los demás lo impactarían de manera indirecta.

Ahora bien, en dicho Plan se focaliza en los psicoactivos

como el elemento claro a controlar, pues esto

permitiría desestabilizar la financiación de los grupos

insurgentes ilegales y con ello controlar la violencia,

ganar confianza inversionista y mejorar las condiciones

económicas del país; la droga asociada con la violencia

hace que su tratamiento, desde el Plan, sea un tema de

seguridad más que de salud pública. Por otra parte, es

el gobierno de Estados Unidos con el que se realiza el

convenio, considerando que el 80% del total de cocaína

que se consumía en ese país provenía de Colombia, que

para el año 1999 ya era el primer productor de hoja de

coca en el mundo [9].

Hoy, 13 años después de que emergiera el Plan Colombia,

los resultados que dispone el gobierno en documentos

oficiales describen y resaltan una transformación

en el fortalecimiento institucional y gubernamental, en

la modernización del pie de fuerza y en mejora de indicadores

tales como la reducción de cultivos ilícitos, tráfico

de narcóticos, aumento en los decomisos de cocaína,

personas desmovilizadas y extraditadas, número de

muertes provocadas por la fuerza pública o "efectivos"

y protección de los Derechos Humanos y El Derecho

Internacional Humanitario [1].

No obstante, tales resultados que se atribuyen a

la realización del Plan Colombia, no aparecen unidos

al discurrir histórico que permitiese leer el contexto

político y social del país, y se expresan sin los hechos

paralelos que afectan directa o indirectamente el fenómeno,

y sólo se referencian indicadores de gestión

que muestran al Plan como productor causal de elementos

como reactivación económica, cuando en estos

indicadores hay muchas variables que los afectan,

como por ejemplo el repunte que tuvo la economía

después de la crisis de la década del 90, que se atriEstrategias

políticas para el tratamiento de las drogas ilegales en Colombia

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buyó a las estrategias macroeconómicas y de seguridad

que se implementaron con este Plan, implicaron

financiaciones que a su vez tuvieron un impacto fiscal

que afectaron negativamente a la misma economía.

En cuanto a otros indicadores como los de violencia,

estos no se diferenciaron entre violencia general o

vinculada al conflicto armado [3], aspecto clave en

la estrategia de paz contemplada en aquel Plan que

ha sido altamente debatido, porque desde el inicio no

mostraba consistencia en sus cinco versiones [10].

En la misma línea, también se han registrado críticas

a los informes de resultados, ya que no aparecen análisis

de los efectos ocasionados al medio ambiente por la

aspersión de glifosato, que si bien erradica y fumiga sectores

con cultivos ilícitos, produce a su vez un desplazamiento

del mismo cultivo por diversos territorios como

lo señala Ceballos [11], afectando la tierra y poblaciones

que allí pretendían cultivar de igual manera alimentos

para subsistir [12]. Hasta este momento, se logra denotar

cómo los informes pretenden brindar resultados de la

estrategia con datos benéficos y se desconocen todos sus

aspectos por mejorar.

Ahora bien, el negocio de las drogas se encuentra

bajo la dinámica de oferta/demanda, por lo que la producción,

el tráfico y el consumo son tres grandes componentes

del fenómeno. Colombia como lo señalan los

informes de resultados, sí ha logrado impactar este fenómeno,

sin embargo esto no implica que el problema

esté resuelto, más bien éste ha mutado al denominado

"efecto globo" [12, 13], transfiriendo las problemáticas

asociadas a la guerra antinarcóticos a otros países

latinoamericanos como Bolivia, Perú [13] y México

[14],que están produciendo y traficando grandes cantidades

de drogas, a lo cual se suma un incremento significativo

en el consumo de drogas que hoy se registra en

toda Latinoamérica [15]. En la actualidad se reconoce

que ha habido una desintegración de los grandes carteles,

pero igual Colombia enfrenta una entramada red de

microtráfico encargada de comercializar con narcóticos,

como una mutación del gran mercado de las drogas [16].

Hasta este punto, se ha observado como el Plan Colombia

ha sido una estrategia que ha tenido como objetivo

fundamental reducir la oferta de drogas para impactar

en la demanda y consumo en Estados Unidos y otros

países, pero que no ha cumplido con el objetivo ya que

respecto a psicoactivos como la cocaína por ejemplo, se

ha mantenido un consumo relativamente estable en los

últimos 15 años y en países Europeos se ha presentado

un crecimiento exponencial [15], poniendo en cuestionamiento

la estrategia que se está utilizando para hacerle

frente al fenómeno de la droga.

Cultivo y producción de sustancias

psicoactivas

En Colombia gracias a las estrategias que procuran la

erradicación del cultivo y producción de sustancias

psicoactivas, se ha presentado una significativa disminución*

desde 2001, año en el que se inician las mediciones

anuales; sin embargo para el 2010 el país aún era

un importante productor mundial de hoja de coca como

lo develó el informe de la Oficina de Naciones Unidas

contra la Droga y el Delito (onudc) [17] a través del Sistema

de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (simci), con el

cual se constata con imágenes satelitales e indagaciones

de campo el estado del cultivo ilegal. Estos resultados

eran interpretados por el gobierno del entonces presidente

Álvaro Uribe Vélez como satisfactorios, ya que

aparentemente Colombia había dejado de ser el primer

productor mundial de hoja de coca y en su lugar estaría

Perú, hecho que fue publicado por la prensa nacional

con el título: "La lucha antidroga da frutos y es ejemplo

mundial" [18]. No obstante con los diversos sistemas de

medición entre los dos países no se podría comparar ni

aseverar tal afirmación. Colombia, 11 años después de

haber iniciado el Plan, mostraba una producción de coca

superior a la de cualquier otro país en el mundo [19],

y aun cuando Perú fuera la nación que superara a Colombia

en producción, lo que esto mostraría es que el

fenómeno se habría desplazado y adaptado a la guerra

impuesta en el país, no que se estuviera solucionando el

problema de base.

En el informe simci del 2011 se registra que para

diciembre del 2010, Colombia tenía un estimado de

62.000 hectáreas sembradas con coca distribuidas en los

23 departamentos, lo que le representa una reducción de

11.000 hectáreas comparadas con el 2009. Para el cultivo

de amapola y producción de látex y heroína, que son

las otras sustancias de las cuales brinda información el

simci (2011), se registra que para el 2010 se incautaron

2 Kilogramos de látex y 337 Kilogramos de heroína, y

se estima que hubo una reducción de 7.159 hectáreas,

frente a las 7.500 cultivadas en el país en el 2000 [20].

Ahora bien, la onudc a través del simci evidencia

que hubo una reducción en las hectáreas plantadas con

hoja de coca, pero estos datos no son precisos. Desde el

año 2001 el país ha presentado una marcada reducción

en producción de hoja de coca, cerca de 80.000 hectáreas

menos (del estimado total en el 2001) para el 2008,

no obstante para este mismo año la Oficina Nacional de

Control de Drogas de Estados Unidos (ondcp) manejaba

un registro hasta de 50% incremento de área cultivada,

en relación con las cifras de la onudc, desproporción que

* Colombia pasa de tener cerca de 140.000 hectáreas en el 2001, a tener en el 2010 cerca de 60.000 hectáreas plantadas con hoja de coca. (SIMCI, 2011)

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se intenta explicar a partir de los diferentes métodos de

recolección de datos [21].

Entonces, ¿realmente se ha impactado el mercado

y el precio de las drogas con la erradicación e incautación?.

Este mercado cuenta con una alta adaptabilidad

ya que aun cuando se ha invertido millonarias cantidades

de dinero para erradicar e incautar droga, en el

mundo, hoy se produce más cocaína que en el año 1990,

cuando se producía unas 774 toneladas, para el año 2008

ya se producía 865 toneladas, más barata y disponible

que en sus últimos 20 años, pasando algo similar con los

opiáceos, cuya producción en el 2008 fue de 7.700 toneladas

casi el doble que en el año 1990 [22]. Al parecer,

que haya erradicación manual o aérea y que aumente la

incautación de drogas, no significa que se disminuya el

producto final. Estas estrategias no están afectando el

mercado de las drogas que cuenta con gran capacidad

adaptativa frente a las necesidades del consumidor, que

es en última instancia quien termina enfrentándose a un

mercado peligroso, en el que no se garantiza calidad ni

procedencia y mucho menos condiciones adecuadas de

consumo, exponiéndolo a ser perseguido y encerrado

en una guerra antinarcóticos. En esta lógica el consumo

aparece como efecto secundario de la producción,

pero es en esta acción humana en donde se encuentran

realmente muchas de las posibilidades para encarar las

problemáticas sociales suscitadas por las medidas adoptadas

para el control de la droga.

Consumo de sustancias psicoactivas

Para la década del 90, Colombia poseía un complejo panorama

relacionado con el fenómeno de las drogas. En

esa época el Estado no sólo se enfrentaba con grandes

carteles que producían, comercializaban y traficaban

heroína y cocaína, sino que también experimentaba un

incremento en el consumo de varias sustancias psicoactivas,

tanto legales como ilegales, al menos así se señaló

en el segundo estudio de Salud Mental y Consumo de

Sustancias Psicoactivas del 1997, en donde se determinaba

que el consumo de alcohol en población general,

llegaba a tener una prevalencia en la vida de 85.5%, con

un aumento de 18.7% entre 1987 y 1997; considerar este

dato es muy relevante pues el 60% de consumidores de

psicoactivos tuvieron su iniciación con esta sustancia.

Por su parte, en sustancias ilegales se identificó a la marihuana

como la de mayor consumo con una prevalencia

en la vida de 9.2%, con un aumento 3 veces mayor

al presentado en 1987 [23]. Es importante precisar que

desde los años noventa se ha venido señalando que hay

un déficit nacional en bases de datos que permitieran

rastrear y corroborar información.

Ahora bien, en los últimos 10 años el país ha tenido

dos grandes estudios sobre consumo de sustancias psicoactivas,

el primero fue el: "Estudio Nacional de Consumo

de Sustancias Psicoactivas en Colombia 2008", que

permitió realizar un diagnóstico sincrónico del fenómeno

y comparar al país frente a varias naciones suramericanas

que realizaron estudios similares. Los resultados de

éste, ubicaron al consumo del país en un lugar intermedio

frente a naciones como Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina,

Chile y Uruguay; no obstante hay una llamada "problemática

acuciante", ya que la presente situación estaría

afectando la salud pública, la convivencia, el bienestar

social y la seguridad de los ciudadanos [24].

Los resultados mostraron cómo en la población entre

12 y 65 años, se registró al alcohol y al tabaco como

las sustancias psicoactivas con mayor prevalencia de

vida, con porcentajes de 86,1 y 44,5% respectivamente.

Para el caso de consumo de sustancias ilegales, la marihuana

continuó siendo la sustancia de mayor prevalencia

con un 8%, la cocaína registra un 2,5%, el basuco

1,1%, éxtasis 0,9%, inhalantes un 0,8% y la sustancia

psicoactiva menos consumida, con cifras en algún momento

de la vida fue la heroína con un porcentaje de

0,2%, lo que representa unas 37.863 personas, porcentaje

importante para esta sustancia, que ha continuado

incrementándose en el país después de esa fecha. Dentro

de este estudio se indagó por un ítem denominado como

percepción de "disponibilidad y oferta de sustancias", en

el cual las personas registraron que les era fácil acceder a

la marihuana con un porcentaje de 48%, cocaína con un

28%, basuco, 32% y éxtasis con un 20% [24].

El segundo fue el "Estudio Nacional de Consumo de

Sustancias Psicoactivas en Población Escolar Colombia

2011" [25], el cual permitió comparar las cifras con otro

estudio similar realizado en el 2004 [26]. La población

encuestada en el Estudio del 2011, se encontraba entre

los grados sexto y undécimo, de instituciones educativas

tanto del sector público como privado, con un rango de

edades entre 11 y 18 años y se indagó por consumo de

sustancias psicoactivas tanto legales como ilegales o de

uso indebido. Según lo señalaron los resultados arrojados,

en la actualidad hay un llamado prioritario para trabajar

en prevención desde edades tempranas, ya que queda en

evidencia un consumo de alcohol desde los 12 años [25],

lo que aumenta la probabilidad de consumo de sustancias

ilegales siguiendo la hipótesis de la escalada [27].

En los resultados del estudio se mostró que hubo

leves descensos en el consumo de prevalencia de vida

en el alcohol, que pasó de tener un registro de 73,40%

en el 2004 a 69,22% en el 2011, el consumo de tabaco

pasó de 44,26% a 28,11%, la marihuana de 7,59%

pasó a 8,28%, basuco de 1,5% pasó a 0,66%, y el éxtasis

de 3,20% a 1,33%; sin embargo, se evidencia un

importante incremento en el uso de la cocaína en prevalencia

de vida, mientras en el 2004 se registraba un

1,86% de consumo, para el 2011 se registra 3,29%. En

estos datos también aparece el consumo en algún momento

de la vida de otras sustancias como pegantes y/o

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solventes con un 3,05%, éxtasis un 1,2%, dick 4,1%,

Popper 2,48% y bebidas energizantes, 25,5%. Ahora

bien, en cuanto al ítem de "Disponibilidad y oferta de

sustancias" los estudiantes expresaron que les era fácil

acceder a sustancias como el alcohol en un 70,8%,

marihuana en un 33, 37%, cocaína 9,53%, basuco 12,

14%, éxtasis 7.93% y heroína 4.99% [25].

Estos últimos estudios ponen en relieve tres fenómenos

que de entrada llaman la atención; en primer

lugar que en el mercado Colombiano se ha venido presentando

una alta prevalencia en consumos de cocaína y

de sustancias emergentes como "dick, ladys" o "fragancia",

en segundo lugar se registran edades de inicio cada

vez más tempranas, y por último, que en la actualidad

hay una alta percepción de disponibilidad de sustancias

ilegales o de uso indebido, lo que pone de manifiesto

una necesidad imperante por el trabajo preventivo más

allá de estrategias judiciales, que han mostrado un

impacto ineficiente para el tratamiento integral de las

problemáticas asociadas al consumo.

En contraste, en los últimos cinco años a nivel mundial

el fenómeno del consumo de sustancias psicoactivas

ha mostrado una estabilización para algunos casos y aumento

para varias naciones, con registros que evidencian

una prevalencia anual en marihuana de entre 2,6 y el

5,0%, sustancia que continúa siendo la droga ilegal más

consumida junto con los estimulantes de tipo anfetamínico

con porcentajes de entre 0,3 a 1,2%, seguidas por

opioides que tiene un uso de entre 0,6 y 0,8%, y cocaína

con cifras de entre 0,3 y 0,4% [28], cifras mundiales que

suscitan preocupaciones a las instituciones de salubridad

y de seguridad en cuanto las asocian con cerca de 0,2

millones de muertes y el fomento de delincuencia, inestabilidad,

inseguridad y propagación de VIH.

Respuesta jurídica frente al fenómeno

de las drogas ilegales

Hasta el momento, tanto los resultados otorgados por el

Plan Colombia, que ha procurado reducir los cultivos, la

producción y el comercio de sustancias ilegales, como

los diversos estudios de consumo de sustancias psicoactivas,

ponen de manifiesto una necesidad social por programas

integrales en los que se aborde el fenómeno de

las drogas en sus diversas áreas, y no sólo parcialmente,

pues el llamado es a generar estrategias que procuren un

desarrollo sostenible de las poblaciones e intervenciones

que busquen prevención, atención, tratamiento y rehabilitación

de los consumidores, más allá del castigo o penalización,

tareas que están en concordancia con lo que

señala la onudc (2012) en su último Informe Mundial

Sobre las Drogas, en donde se proponen medidas que

han demostrado ser las más efectivas e idóneas para la

población en general y la Estrategia Hemisférica contra

las Drogas, de la Organización de Estados Americanos

(oea) en el 2010 [29].

Ahora bien, en Colombia, las estrategias que se han

utilizado para hacerle frente al fenómeno de las drogas

han tenido básicamente dos polaridades; de un lado está la

pretensión de reprimir y prohibir cualquier tratamiento de

las sustancias psicoactivas ilegales desde una perspectiva

de salud pública, estrategias de cero tolerancia al cultivo,

comercio y consumo; en este tipo de lineamientos se

circunscriben estrategias como la del Plan Colombia, que

tienen como objetivo central erradicar la presencia de estas

sustancias en el país. Por otro lado están las propuestas

para el tratamiento social y cultural que procuran mediar

las problemáticas asociadas a estas sustancias, con lineamientos

de disminución del daño, consumo responsable

y con regulaciones del mercado [30]. No obstante, estas

dos perspectivas deberían estar supeditadas a la discusión

con razón social, más allá de las razones particulares, que

procuren un real bienestar y responda a las demandas y

necesidades sociales, pero estos espacios de discusión y

participación son limitados.

Respecto a este tema, los marcos jurídicos en las

últimas dos décadas han mostrado diversas conceptualizaciones

del productor, portador/consumidor y la droga

en sí misma, perspectivas expresadas en las polaridades

de quienes conciben un mundo de prohibición que busca

extinguir las sustancias psicoactivas como la marihuana,

cocaína y heroína versus quienes promulgan por la libertad

de los ciudadanos como agentes autónomos para

tomar decisiones y responsabilizarse de sí mismos, sin

que esto repercuta en el bienestar de las demás personas.

Desde la década del 90, las posiciones de las ramas

del poder público en Colombia (la Ejecutiva, Legislativa

y Judicial), han tenido diversas manifestaciones y modos

de abordar el fenómeno. Para el año 1994 la Corte Constitucional

se pronuncia con la Sentencia C- 221/94 en la

que se afirma que "las personas nacen libres y autónomas

para elegir su forma de vida mientras ésta no interfiera

con la autonomía de las otras" [31], argumento que permitió

despenalizar el consumo de la dosis personal†.

Sin embargo, paralelo a este pronunciamiento y

en los años siguientes los gobiernos de César Gaviria

(1990- 1994) y Ernesto Samper (1994-1998) realizaron

varios intentos por "re-penalizar" la dosis personal, bajo

el argumento que esto iba en contravía de la "guerra a las

drogas", labor que bajo el gobierno de Andrés Pastrana

(1998-2002) no se hizo de manera explícita, pero que

desde el inicio de campaña en el 2001 con Álvaro Uribe

(2002-2010) se volvió a impulsar [31].

† La dosis personal de SPA en Colombia está estipulada hasta 20 gramos de marihuana, 5 gramos de hachís y un gramo de cocaína o derivado.

378 Universidad de Antioquia

Rev. Fac. Nac. Salud Pública Vol. 31 N.º 3 septiembre-diciembre 2013

Por su parte para el 2002, la Corte Constitucional

con la sentencia C-689/02 diferencia el porte y el consumo

de estupefacientes de la actividad del narcotráfico;

no obstante estas medidas no eran tomadas con agrado

por el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe,

ya que las estrategias de abordaje iban más del lado de

la cero tolerancia con proyectos y propuestas que impulsaban

la prohibición y penalización, como cuando en el

2003 se intentó reformar la constitución mediante referendo

y se introduce la sanción a quien porte y consuma

la dosis personal, modificando el artículo 16 que aborda

el libre desarrollo de la personalidad; finalmente este

referendo termina siendo declarado como inconstitucional

por la Sentencia C 551 del 2003. Posteriormente, en

el 2006, hubo un segundo intento de sancionar el porte

y consumo de estupefacientes bajo el proyecto de Acto

Legislativo número 133 del año que iba en curso, en el

que de nuevo se propone una modificación del artículo

16, pero no se aprueba en el Congreso. Un año más

tarde, en el 2007, bajo el proyecto de Acto legislativo

No 22, se cambia de estrategia al intentar modificar el

artículo 49 de la Constitución Política de Colombia sobre

el derecho a la salud, esta vez se propone realizar

"sanciones no privativas de la libertad al porte y al consumo

en lugares públicos" [31], esta propuesta como las

anteriores tampoco se aprueba.

Como se registra, el gobierno de Álvaro Uribe trató

en varias oportunidades, de prohibir el porte de la dosis

personal, sin embargo esto no se logra hasta el 2009, año

en el que se publica el Estudio Nacional de Consumo

de Sustancias Psicoactivas del 2008 [24]. Bajo pretexto

de la necesidad manifiesta que exige intervención para

tratar el consumo de sustancias psicoactivas (SPA), se

presenta una nueva reforma del artículo 49 de la Constitución

Política [32], en la que se introducen especificaciones

del derecho a la salud, reforma en la que se afirma

que no se busca penalizar al portador de estupefacientes

sino brindarle medidas pedagógicas, profilácticas y terapéuticas

para que supere sus dificultades; en este punto

hay un radical viraje con relación al abordaje histórico

que se ha tenido en Colombia, ya que por ejemplo en la

ley 30 de 1986 se penalizaba al portador y consumidor y

éstos no eran considerados como enfermos [33].

Esta vez tras ocho debates y varias modificaciones,

el 21 de diciembre del 2009 queda aprobada la reforma

del artículo 49, en el que se expresa en lo concerniente

al campo del consumo de sustancias psicoactivas [30]:

"El porte y el consumo de sustancias estupefacientes o

sicotrópicas está prohibido, salvo prescripción médica.

Con fines preventivos y rehabilitadores la ley establecerá

medidas y tratamientos administrativos de orden

pedagógico, profiláctico o terapéutico para las personas

que consuman dichas sustancias. El sometimiento a esas

medidas y tratamientos requiere el consentimiento informado

del adicto" [31].

Vale la pena resaltar que bajo esta modificación no

se penalizó el porte y consumo, lo que prescribe es que

se prohíbe la dosis mínima o personal, para brindar un

tratamiento adecuado al consumidor que sería concebido

como un enfermo al cual el Estado debe brindar tratamiento.

Sin embargo, para el 2010 el entonces Ministro del

Interior, German Vargas Lleras, afirmaba que el gobierno

no podría contar con 11,4 billones de pesos, costo total

de los programas de rehabilitación de los consumidores

de sustancias psicoactivas en Colombia [34], afirmación

que pone en jaque a la aplicación de una norma vigente

en Colombia, que sólo puede señalar a los consumidores

como enfermos pero no les puede ofrecer la posibilidad

de acceder a los servicios de salud adecuados.

Por otra parte, hay que aclarar que en el Código

Penal en su artículo 376, estaba establecido que serían

actividades punibles el tráfico, fabricación o porte de

estupefacientes por lo que se puede incurrir en pena

de prisión, pero de acuerdo al Sentido del Fallo de la

Sentencia C-491/12 de la Corte Constitucional [35], se

estipuló que no se penalizará el porte o conservación de

la dosis "destinada al consumo personal". En este punto

es vital hacer énfasis que la cantidad de droga es la que

define, si la persona portadora la está utilizando con fines

de consumo personal o lucrativos para el tráfico y

comercialización, lo cual es un acto delictivo en el país.

En conclusión, Colombia mantiene sus polaridades frente

a quienes conciben que se debe prohibir o penalizar la

dosis personal, como lo ha manifestado el actual procurador

Alejandro Ordoñez [36] versus instituciones que

han mantenido una visión más analítica, como en el caso

de la Corte Constitucional.

Hasta este momento, se han abordado los resultados

del Plan Colombia y sus descensos de cultivo ilícito, pero

también el efecto globo producido, la situación actual del

consumo de sustancias en Colombia y las diferentes respuestas

jurídicas frente al fenómeno. En este recorrido,

queda manifiesta la necesidad de implementar estrategias

integrales que busquen la dignidad de lo humano y realmente

procuren bienestar y salud al medio social.

Conclusiones

Las estrategias utilizadas en Colombia para el tratamiento

de las drogas ilegales han sido ineficientes, muestra de

ello son las estadísticas que revelan como el consumo de

sustancias psicoactivas está en crecimiento, acompañado

con problemáticas asociadas y unas políticas, redes y servicios

insuficientes para la adecuada atención en salud.

Aun cuando en Colombia el fenómeno de las drogas

ha estado históricamente asociado con problemas de seguridad,

su abordaje debe ser de orden salubre.

La legalización de las drogas es apenas una estrategia

para mediar con este fenómeno; experiencias de

países como Holanda, Suiza y Portugal con políticas que

Estrategias políticas para el tratamiento de las drogas ilegales en Colombia

Facultad Nacional de Salud Pública 379

procuran reducción del daño más allá de marginalizar y

estigmatizar, han mostrado ser efectivas para reducir algunas

de las problemáticas asociadas al consumo, tráfico

y comercio. En estos casos, las regulaciones del mercado

son dadas para promover que los servicios y productos

sean menos dañinos para la salud.

El objetivo de las estrategias no pueden estar focalizadas

en las drogas sino en las personas y en las

instituciones, quienes son finalmente las que realizan

o no las acciones en salud.

La pretensión de erradicar ciertas sustancias psicoactivas

como la marihuana, cocaína y heroína no pueden

representar una estrategia viable, en cuanto el hombre

crea y establece permanentemente opciones, como

por ejemplo las drogas sintéticas y diversas sustancias

que pueden llegar a suplir o renovar otros consumos. Al

parecer, el abordaje no puede estar supeditado a erradicar

ciertas sustancias sino más bien en buscar alternativas

pedagógicas en relación con las sustancias psicoactivas

y los sujetos.

En la declaración de una guerra sea cual sea sus objetivos,

no se debería sobrepasar la protección real de la

vida y la integralidad de las personas, pero para este caso

específico, en la guerra contra las drogas se han vulnerado

los objetivos de bienestar y desarrollo social. La guerra

que se libra con el argumento de erradicar ciertas sustancias

psicoactivas, no debería justificar la muerte de ningún

ser humano. Si bien la pretensión de erradicar ciertas

sustancias psicoactivas, es prevenir enfermedades y

problemáticas asociadas al consumo, ¿para qué crear una

guerra o estrategias donde mueren miles de personas?

Finalmente surge una pregunta: ¿Hasta qué

punto se debe coartar la libertad de las personas en

nombre de la salud?

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