Consumo de Drogas y Familia Situación y Factores de Riesgo Uruguay

1. ANTECEDENTES

Algunas reflexiones sobre el Contexto Regional y el Consumo de Drogas

en el Uruguay

El problema del uso indebido de alcohol y drogas en el Uruguay requiere no solo

de un análisis exhaustivo y científico sino que debe contextualizarse en el marco

de una situación regional de la que es parte inseparable.

Cualquier intento de comprensión y de generación de respuestas frente a este

problema debe considerar las condiciones imperantes en América Latina en las

ultimas décadas, ya que, los cambios producidos en la oferta y en la demanda

de sustancias psicoactivas, responden mas a los procesos críticos y a las

transformaciones socioeconómicas y políticas que a las tradiciones culturales y

las costumbres.

Solamente mencionaremos que, tras los retrocesos económicos y sociales

sufridos en América Latina en la década de los 80, la mayoría de los países

transitan por los 90 con un ingreso per cápita significativamente menor, con

mayores signos de pobreza, con crecientes problemas demográficos, con un

alarmante aumento de las migraciones hacia las urbes, con un déficit notorio en

los servicios básicos, en la calidad de la salud y la educación y, como elemento

más trascendente, con un creciente deterioro en la organización de la familia.

(14) (15)

También es importante señalar que, en esta misma década, muchos países

recuperaron sus libertades políticas y culturales con el retorno a la democracia,

pero no lograron revertir la crisis.

De acuerdo a distintos enfoques, las condiciones del contexto aumentan la

probabilidad del consumo de alcohol y drogas, lo cual se constituye en un factor

de riesgo para otros problemas relacionados con la salud.

De esta manera, los niños, adolescentes y adultos que viven en zonas

caracterizadas por la violencia, la delincuencia, la marginalidad, la promiscuidad

sexual, etc., tienen una alta probabilidad de presentar problemas de salud:

accidentes y enfermedades de transmisión sexual, así como de salud mental:

depresiones, trastornos psicopatológicos y consumo indebido de alcohol y

drogas.

En este sentido, debemos recordar que el enfoque tradicional de salud considera

al consumo de alcohol y drogas como una conducta de riesgo y, al mismo

tiempo, como un problema de salud mental.

Para el enfoque que propone al consumo de drogas como factor de riesgo para

otros problemas de salud, el hábito de fumar tabaco se constituye en un

excelente ejemplo, ya que, es la causa de muerte prevenible más importante en

los países subdesarrollados. Según datos de OPS (citados en 13), la evolución

del consumo anual de cigarrillos en la población de 15 y más años en el

Uruguay, de 1970 a 1985, aumentó en un 14% el consumo per cápita. Por otra

parte la prevalencia para el consumo de tabaco en 1993 fue del 57% según un

estudio sobre la población económicamente activa (16).

Otro ejemplo lo constituye el abuso del alcohol, el cual, sin duda ha aumentado

en la región en general y en el Uruguay en particular. Los datos de producción

de bebidas alcohólicas para el Uruguay en 1992 (16), muestran un sorprendente

aumento en la oferta de cerveza. En ese año se produjeron 78 millones de litros

de cerveza lo que equivale a 4.6 millones de litros de alcohol puro; 10 millones

de litros de bebidas destiladas - 4 millones de litros de alcohol puro - y 82

millones de litros de vino - 10 millones de litro de alcohol puro, lo que equivale a

6.2 litros de alcohol puro por persona de cualquier edad, aún sin considerar las

bebidas artesanales y el alcohol de contrabando.

No es sorprendente, por tanto, que las tasas de morbilidad y mortalidad

relacionadas con el consumo de alcohol hayan aumentado. Según un estudio

realizado en 1993 sobre la población económicamente activa en el Uruguay (16),

los jóvenes trabajadores tienen a la cerveza como bebida de preferencia. Contra

lo que podría suponerse respecto de la baja graduación alcohólica de esta

bebida y de la promoción de su ingesta como refresco, el propósito de utilizarla

para el abuso se cumple mas allá de su valor alcohólico y de la presunta

finalidad refrescante. El tema de los riesgos para la salud se replantea teniendo

en cuenta que, en los últimos 30 días de efectuada la encuesta, 100.000

trabajadores abusaron de la cerveza. Este dato no considera la evidente

combinación de bebidas alcohólicas ni el policonsumo relacionado con otras

drogas psicoactivas.

Otro dato importante emanado de este estudio es que 250.000 jóvenes

trabajadores aceptan que una ingestión equivalente a medio litro de vino por

comida, como mínimo, no trae mayores consecuencias.

En cuanto a las drogas ilegales, el estudio al que estamos haciendo referencia

señala que la oferta de marihuana ha llegado a más del 20% de la población

contemplada, mientras que la de cocaína a un 7%. La prevalencia de vida para

el consumo de estas drogas fue del 8% para la marihuana y del 2% para la

cocaína.

Según datos regionales (13) se calcula que entre el 10 y el 30% de los

adolescentes han tenido un consumo experimental de alguna sustancia ilícita. Si

bien predomina la modalidad del policonsumo, la marihuana sigue siendo la

droga más usada en la región después del alcohol.

Una situación diferencial es la del consumo de inhalantes (pegamentos y

solventes orgánicos), fenómeno acotado a la población infantil y juvenil de las

zonas urbano marginales (11) (14).

Los análisis explicativos globales de este problema son variados, complejos y,

en general, consideran que el consumo indebido de drogas se enmarca en la

crisis de una sociedad occidental que no da a sus miembros normas eficaces

para regular su comportamiento e ideales para legitimar sus aspiraciones.

En este sentido es muy interesante diferenciar la situación de los países

industrializados de los países en desarrollo. En los primeros el consumo de

drogas no responde a la incapacidad de satisfacer las necesidades básicas de

sus miembros ni de integrar sus elementos marginales. En los segundos,

parecería mucho más claro el significado transgresivo y contestatario respecto

de una sociedad que no contempla las necesidades y expectativas de sus

miembros. En los primeros, las frustraciones no estarían asociadas a un mundo

carente e insuficiente en lo social y económico, sino a un mundo demasiado

"lleno de cosas", saturado de bienes de consumo que finalmente restringen la

capacidad de optar en función de las necesidades.

Siguiendo esta misma línea explicativa, en relación a la población juvenil, se han

dado tres posiciones complementarias para el consumo de drogas. La primera,

de reacción y rechazo a un mundo adulto conservador, la segunda de frustración

e huida de una realidad insatisfactoria y la tercera, de la dificultad de una

juventud ociosa por encontrar caminos de realización válidos en una sociedad

de consumo indiscriminado de mercancías de uso.

El consumo de drogas se constituye así, a partir de una compleja red de factores

de riesgo relacionados con las sustancias disponibles, con la persona (factores

biológicos, psicológicos y sociales) y con el ambiente familiar, social y ecológico.

El enfoque que daremos al presente trabajo estará dirigido a contemplar los

factores de riesgo familiares, ya que, en la matriz de identidad familiar, la

persona encontrará o no las condiciones apropiadas para el desarrollo y la

maduración de la personalidad o para su estancamiento y defección (8) (9) (10).

2. FAMILIA Y RIESGO DE CONSUMO INDEBIDO DE ALCOHOL Y DROGAS

Definición y Características de la Familia

La familia como unidad antropológicamente considerada, es constante en todos

los tiempos y en todas las culturas. Siempre dispone de un transcurrir dinámico

dirigido a la multiplicación y a la preparación de nuevos individuos para la

permanencia de la especie humana (8) (9).

Para ello, ha debido adaptarse a cada presente histórico, por intermedio de

complejos mecanismos por los cuales trata de mantenerse equilibrada y así ser

el brote en el infinito proceso de la vida.

La familia es un sistema socionatural organizado en roles fijos (padre, madre,

hermanos, tíos, etc.), con vínculos que pueden ser consanguíneos o no, con un

modo de existencia económico, social y cultural común, con una matriz afectiva

aglutinante y un funcionamiento unitario que le da identidad.

Naturalmente la familia pasa por un proceso evolutivo dinámico que marca su

nacimiento, crecimiento, multiplicación, decadencia y trascendencia en pro de

una finalidad: Generar nuevos individuos para la sociedad.

Para cumplir con la finalidad este sistema necesita cumplir una serie de objetivos

intermedios que son:

Dar a todos y cada uno de sus miembros "Seguridad Afectiva" y "Seguridad

Económica", dar a todos y cada uno de sus miembros un "Modelo Sexual" firme

y vivenciado, así como "Modelos de Comportamiento" apropiados para el

contexto social y que contengan los valores propios de la familia.

En términos sistémicos la finalidad de la familia es una "Equifinalidad" ya que,

puede alcanzarse desde diferentes puntos de partida y en diversas

circunstancias, siempre que los objetivos intermedios estén contemplados y se

cumplan lo mejor posible.

De esta manera, frente a diferentes perturbaciones, obstáculos o problemas, la

familia como sistema adecuará sus mecanismos internos para asegurar el

cumplimiento de la finalidad.

En cuanto a la estructura de la familia, la organización en roles fijos nos habla de

las leyes universales que rigen en términos globales dicha estructura. A su vez,

cada familia, como cada sistema vivo, tiene su propia singularidad e historia.

Para alcanzar sus objetivos y cumplir su finalidad, la familia se ha estructurado

con particulares divisiones del trabajo y del poder, a través de relaciones

complementarias. Esto refiere a la diferenciación de funciones para la

supervivencia del conjunto, lo que deriva en la constitución de subsistemas

familiares (parental, fraternal, parento-filial, etc.) (9) (15).

Estos subsistemas son dinámicos y se transforman con el correr del tiempo,

reestructurándose para seguir funcionado adaptativamente. Para diferenciar

cada uno de los subsistemas, existen límites entre ellos, los que están

constituidos por las reglas que los rigen. En estas, se definen quienes entran o

salen de un subsistema al otro, quienes participan activamente o no, etc. Las

reglas son redundancias de interacción, que regulan la vida intrafamiliar y por

medio de las cuales se ponen en vigencia los valores, las creencias y los mitos

familiares.

La estructura familiar, con su compleja red de interacciones, no es estática sino

que posee una identidad en el decurso del proceso evolutivo dinámico

ontogenético.

Otro concepto importante en relación a la familia como sistema, es el de

"Homeostasis" que, según la definición de Cannon (1929) (15), corresponde a la

regulación y mantenimiento de un medio interno constante.

La familia dispone de una cantidad de mecanismos por los que trata de

mantenerse en equilibrio. Desde el punto de vista de los intercambios de

materiales energía e información con el medio circundante (suprasistema social

y suprasistema ecológico), la familia es un sistema abierto. Al igual que un

organismo vivo, su equilibrio es un estado estable de flujo entre el medio interno

familiar y el medio externo social y ecológico.

Cuando se alcanza la homeostasis, la familia conserva o mantiene sus pautas

preferidas tanto tiempo como le es posible; poniendo resistencias a los cambios

mediante mecanismos de regulación llamados "homeostáticos" (MMHH).

En realidad se habla de un "gradiente de apertura" para la disminución o el

aumento de los intercambios de energía e información por medio de las

comunicaciones. En este sentido las posibilidades de crecimiento de la familia

(morfogénesis) van a estar dados por un tipo y grado de apertura que genere un

balance positivo, ahorrando para sí energía y cumpliendo los objetivos

intermedios y la finalidad (negentropía).

El decrecimiento, la decadencia, la patología, el cierre del sistema, va a originar

pérdidas y desgastes energéticos mayores a los insumos (entropía positiva). Por

ejemplo, la pérdida del empleo de alguno de los miembros, la muerte de algún

miembro, la enfermedad de alguno de los integrantes del núcleo, etc. más toda

la energía puesta por el resto del grupo para compensar estas alternativas. Todo

ello determina un aumento de la entropía y el deterioro del sistema.

Como se desprende, el nivel comunicacional es fundamental para la regulación

de la homeostasis, la puesta de límites familiares, la administración de las

reglas, la transmisión de los valores y las normas, las creencias y los mitos.

La comunicación, como vehículo interpersonal primario, también puede

canalizarse inadecuadamente y presentarse perturbada, bloqueada, desplazada,

generando respuestas inapropiadas y promoviendo la disfuncionalidad familiar.

Funcionalidad y Disfuncionalidad Familiar

Una familia funcional es aquella en la cual las comunicaciones se efectúan

mediante respuestas apropiadas, a través de las reglas de la denominada

"Mutualidad". Esta permite el reconocimiento mutuo de la identidad, de modo tal

que cada identidad personal es positiva y significativamente considerada.

La mutualidad no solo tolera las divergencias de intereses individuales, sino que

aprovecha el reconocimiento de esas divergencias naturales e inevitables.

Tolera la complementariedad y la no complementariedad de los roles familiares,

caso este último que opera como estímulo para su búsqueda.

Los miembros de la familia funcional se comunican espontáneamente, con

mensajes claros y sin contradicciones gruesas, satisfaciendo la demanda

implícita y el significado de los mensajes intercambiados.

En el paradigma teórico de la funcionalidad familiar, el sistema alcanza sus

objetivos intermedios y su finalidad, mediante una homeostasis sostenida sin

tensión, que fomenta y refuerza la identidad y la autoestima de sus miembros,

con comunicaciones fundadas en la mutualidad y en las respuestas apropiadas

(10) (12).

Una familia disfuncional es aquella en la cual las comunicaciones aparecen

francamente perturbadas. Estas son el referente semiológico que nos permite

detectar cual es la perturbación y su gravedad en el sistema.

Distintas situaciones pueden generar perturbaciones en la familia, la

disfuncionalidad mostrará dramáticamente la incapacidad para resolverlas.

La enfermedad de algún miembro, entradas extrañas de personas o información,

la pérdida de algún componente de la familia, la transgresión de las reglas, etc.

son perturbaciones que generarán TENSIONES en el sistema junto a la

amenaza de la pérdida o la pérdida de la homeostasis familiar. Este proceso,

denominado SINTOMA PRIMARIO, puede o no percibirse directamente. El

SINTOMA PRIMARIO, por los riesgos que comporta, generará una respuesta

familiar mediante mecanismos homestáticos (MMHH) que tiendan a regular la

dinámica interna y restablecer el equilibrio amenazado o perdido (15).

Como consecuencia, surge en la interacción familiar un fenómeno diferente: el

SINTOMA SECUNDARIO. Como éste sí es ostensible, en él se pueden

constatar las distorsiones relacionales que muchas veces se mantienen por

largos períodos bajo una homeostasis TENSA.

Por lo tanto, los fenómenos disfuncionales observados y su semiología,

bloqueos comunicacionales, escaladas simétricas, complementaciones rígidas,

dobles vínculos, pseudomutualidades, cierre de las comunicaciones, etc., no

surgen de los conflictos en sí, sino de los mecanismos adoptados por la familia

para solucionarlos.

Disfuncionalidad y Riesgo de Consumo Indebido de Alcohol y Drogas.

Primeramente debemos recordar que RIESGO es la probabilidad de que

determinado fenómeno indeseable le ocurra a un individuo o grupo de individuos

en el futuro. En este sentido se identifica como FACTOR DE RIESGO, cualquier

evento, sea de naturaleza física, química, biológica, psicológica, social,

económica y cultural, que, al presentarse, modifique e incremente la probabilidad

de que el fenómeno indeseable aparezca. Sin embargo no todos los FACTORES

DE RIESGO que contribuyen a aumentar la frecuencia de un problema actúan

con la misma fuerza, ni todos pueden ser controlables o modificables. De hecho,

existen factores invulnerables sobre los que no se dispone de medidas de

control (10).

A nivel familiar, se han identificado varios factores de riesgo para el consumo de

drogas. Algunos específicos y muy ligados a la aparición de este problema.

Otros, menos específicos, que comportan riesgos para otros trastornos

psicosociales, pero incrementan notoriamente la probabilidad de que algunos de

los miembros consuma drogas.

Factores de Riesgo Familiares.

Factores mas Específicos para el consumo de drogas.

1. Ausencia de modelos definidos de autoridad y afecto.

2. Padres autocráticos, excesivamente rígidos y punitivos.

3. Ausencia de la figura paterna.

4. Presencia de un padre adicto al alcohol o a las drogas.

5. Carencias en los modelos de comportamiento adecuados al contexto

social.

6. Conflictos en la pareja parental.

7. Relaciones familiares que estimulan la dependencia.

8. Consumo familiar de sustancias (MODELO ADICTIVO FAMILIAR).

Factores menos Específicos para el consumo de drogas.

1. Padres permisivos o desinteresados.

2. Carencias económicas.

3. Carencias en los modelos sexuales de identificación.

4. Limitada participación de los padres en la formación de los hijos.

5. Expectativas muy altas o muy bajas en relación al éxito esperado de los

hijos.

6. Desintegración familiar.

Los factores de riesgo mencionados son prácticamente todos accidentales, en el

sentido de que no responden a procesos naturales o a momentos críticos del

proceso evolutivo ontogenético familiar.

Obviamente una familia que presente varios de estos factores de riesgo, portará

un nivel de disfuncionalidad significativo en sus procesos internos.

Algunas Posibilidades de Disfuncionalidad Familiar.

Existen tres grandes posibilidades para la disfuncionalidad familiar cuando existe

un integrante consumidor de drogas o alcohol.

1. Mantenimiento de la homeostasis sin tensiones.

Es el caso de las estructuras familiares denominadas Dispersivas-Centrífugas

(A. Canevaro. (5)), en las que puede tolerarse o incorporarse el consumo de

drogas como una pauta mas de la interacción familiar. Son grupos distantes

afectivamente, con límites difusos, permisivos y desapegados, así como con

escasas reglas de interacción.

En estos casos, la familia no se da cuenta del consumo de drogas (no se

entera), o no le interesa, o lo acepta, hasta que el caso se vuelve límite y

aparecen trastornos de conducta graves, riesgo de vida, accidentes,

delincuencia manifiesta y, a veces, la muerte.

De lo contrario, no hay preocupación, ni búsqueda de ayuda, ni consideración de

la disfuncionalidad.

2. Mantenimiento de la homeostasis bajo tensión.

Aquí pueden describirse algunas variantes semiológicas, en tanto el sistema

pondrá en juego sus MMHH para mantener el equilibrio, una vez que ha

percibido el consumo de drogas como una amenaza.

La respuesta tenderá siempre a revertir la situación, dramatizando, sancionando

al consumidor, condenándolo como enfermo o delincuente, incrementando el

rigor de las reglas, pero sin comprender ni resolver el problema y sin que el

consumidor deje de consumir o pueda entender algo de lo que le pasa.

3. Ruptura de la homeostasis.

En estos casos, las respuestas de la familia son caóticas, complicándose no solo

el mantenimiento de la integridad familiar, sino el manejo del miembro

consumidor.

La tensión es tan elevada que las respuestas son del tipo TODO O NADA. Así,

pueden observarse actos violentos, expulsiones, o la incapacidad total para dar

respuestas a la crisis.

La familia en estas circunstancias puede, incluso, fragmentarse y desintegrarse

definitivamente.

Por otra parte se han identificado, distintas respuestas del sistema familiar ante

la aparición o descubrimiento del consumidor de drogas.

1. Respuestas generales del sistema. Bachini y cols. (1) (2) describieron tres

tipos de reacciones frente al consumidor:

1.1. Hay familias que "Dramatizan" la situación del consumo de drogas por parte

de un integrante del grupo. Escandalizan, condenan al miembro señalado,

buscan culpables, pero sin posibilidades de resolver el problema.

1.2. Hay otras familias que "Minimizan" el problema. No consideran la

enfermedad hasta que ésta se constituye como tal, Tampoco resuelven la

situación y llegan al extremo de negarla.

1.3. El tercer tipo de reacción, correspondería a los grupos que "Utilizan" el

problema para restablecer la comunicación intragrupal perdida o deteriorada y

lograr una cohesión patológica en torno al mismo. El miembro identificado

cumple así, una función de comunicación y desempeña un rol sensitivo,

mediante el cual incrementa las tensiones del sistema para asegurar su

"integración".

En las tres modalidades, la homeostasis - cuando se mantiene -requiere de un

monto energético muy elevado para el grupo familiar. Este desgaste no

comporta la toma de conciencia ni la responsabilidad que todo el grupo tiene

frente al problema.

2. Respuestas con semiología específica.

2.1. Preconceptos. Frente al descubrimiento del consumidor, la familia pone en

práctica mecanismos de regulación que están ligados a circunstancias

extrafamiliares. El lema sería: "La familia no tiene responsabilidad". Se percibe

en estos grupos la repetición de ciertos esquemas de comportamiento ligados al

exterior, que actúan como una necesidad apremiante de canalizar las tensiones

hacia afuera.

"Hay que reprimir mejor a los narcotraficantes". "Hay que encontrar al que le

suministró la droga", "Desde hoy no verá mas a esos amigos", etc.

2.2. Ceguera Familiar. Se denomina así al período de latencia que ocurre entre

el contacto del integrante del grupo familiar con la droga y su objetivación dentro

del sistema. Esta latencia es mas o menos reservada de acuerdo con la actitud

reservada o de delación del consumidor (él quiere ser descubierto) y los

mecanismos de negación puestos en práctica por el sistema para "no ver" el

problema.

2.3. Mitos Familiares. Entre otros, se observan algunos de los siguientes

ejemplos:

2.3.1. Mito del entendimiento familiar. Cuando se presenta, el grupo manifiesta la

existencia de "equilibrio" en la familia. "Todos nos queremos", "todos nos

llevamos bien". Cuando aparece el consumidor de drogas, la culpa la tienen los

de afuera, los amigos, los parientes, los educadores, los traficantes, el país, etc.

2.3.2. Mito de la locura familiar. La locura familiar transgeneracional es la

responsable de la fragilidad de sus miembros. "Ya hay antecedentes en la

familia de otros desequilibrados". Por lo tanto, el consumidor de drogas es un

desequilibrado mas, que viene a confirmar el mito. Se unen los sentimientos de

rechazo por la enfermedad y el respeto por la misma, pues cumple con el mito.

En realidad se trataría de una actitud permisiva, negadora del problema del "aquí

y ahora".

2.4. Neurosis de Necesidad (2) (8) (9). Indica que la familia necesita al

consumidor con sus reacciones, fallas y trastornos de conducta, como un

mecanismo mas de estabilización de una homeostasis bajo tensión. Forselledo y

cols. han desarrollado con mas detalle esta respuesta específica (11).

2.5. Codependencia. En familias con una madre depresiva, con importantes

núcleos melancólicos y con una figura paterna débil, pusilánime, negadora, poco

afectiva y que no reconoce exigencias; el o los hijos se verán sometidos a los

imperativos afectivos de la madre, a pactos no visibles que terminan en la idea

de: "Haz lo que yo digo: No hay que usar drogas y no lo que yo hago: usar

drogas para enfrentar la vida".

Por otra parte, la estructura relacional del consumidor con su familia, es tan

estrecha, que muy pocas veces se distancia totalmente del sistema.

2.6. Neurosis de Conveniencia (2) (8) (9). Es aportada a la dinámica familiar por

el consumidor. El ha sido considerado por el sistema para su curación y se le

han ofrecido una serie de cuidados y prerrogativas que no desea perder. De esta

manera tratará de mantener sus propios síntomas y con ellos, los síntomas

secundarios del sistema familiar.

3. ILUSTRACION SOBRE LA FAMILIA DEL CONSUMIDOR URUGUAYO.

En un estudio realizado en el Servicio de Farmacodependencia del Hospital

Maciel (Da Silva, Esmoris y cols (7)), en el año 1991, las familias de los

pacientes consumidores de marihuana y otras drogas, presentaron las

siguientes características:

1. Estructura Familiar. A los efectos operativos, se consideraron tres niveles de

estructuración de la familia y no los distintos tipos de estructuras funcionales del

sistema, a saber:

1. Familia Estructurada: Aquella familia en la cual todos los

miembros están presentes y cumplen sus roles.

2. No estructuradas. Aquella familia en la cual alguno/s de los

miembros están ausentes, dejando su rol vacío por muerte,

divorcio, separación, etc.

3. Neoestructuradas. Aquella familia que se reorganiza por un

nuevo matrimonio, llegada o inclusión de otra persona que cumple

los roles dejados vacantes.

Del estudio realizado resultó que el 48% de los grupos familiares estaba

desestructurado, por muertes prematuras, inesperadas y situaciones de pérdida

que apuntan a duelos no resueltos. Se destaca con características muy

peculiares la desaparición de algún abuelo o abuela particularmente significativo

en la vida del consumidor.

El 27% de los grupos resultó estructurado, aunque no se exploraron sus

disfuncionalidades y el 7% neoestructurado. El 16% de los casos quedó sin

determinación de la estructura familiar, por lo que se presume un alto índice de

disfuncionalidad y/o desestructuración.

En cuanto al Modelo Adictivo Familiar (MAF), este estudio detectó su presencia

en el 56.25% de los casos. Se trató fundamentalmente del consumo de alcohol

en el padre, de psicofármacos en la madre u otra figura femenina. En un 43% de

los casos no se obtuvieron suficientes datos como para descartar el MAF.

Además, el equipo técnico del estudio, consideró altamente significativa la

presencia y trascendencia de este fenómeno.

Los estudios clínicos realizados por los autores del presente trabajo en OPTAR,

con grupos familiares, revelan que la familia tiende siempre a defender su nivel

de estructuración y la unidad interna. La familia prefiere una homeostasis bajo

tensión a perder la homeostasis.

4. CONCLUSIONES.

El consumo de drogas no se explica ni puede atribuirse únicamente a la familia.

Aún cuando los objetivos intermedios no se cumplen plenamente (seguridad

afectiva, seguridad económica, modelo sexual firme y vivenciado y modelos de

comportamiento ajustados al contexto social). Por lo tanto, es necesario

considerar al sistema familia en el marco del suprasistema social con todas sus

condicionantes, para vislumbrar su trascendencia frente a este importante

problema.

Se puede afirmar que, en América Latina en general, y en Uruguay en particular,

las funciones y objetivos de la familia están afectadas, entre otras, por la

impostergable necesidad de sus miembros de salir a buscar sustento en un

contexto socioeconómico insuficiente. Esto ha resentido y cuestionado la

organización y estructura tradicional de la familia latina, que tiende a ser

cohesiva y a continentar a sus miembros durante mucho tiempo en una matriz

afectiva de apego. También ha modificado seriamente el rol de la madre en la

comunicación interna.

Esta situación, junto a las disfuncionalidades propias de cada familia que son

producto de otras contingencias accidentales en su evolución, han generado un

perfil de familias de alto riesgo. Estas familias disponen de una elevada

probabilidad de tener algún miembro abusador de drogas.

A su vez, la aparición y presencia de un consumidor, impacta al grupo,

desarrollando una serie de síntomas secundarios como, comunicación

perturbada o bloqueada, mal desempeño de los roles o sustitución forzada de

estos, comportamientos agresivos y manifestaciones afectivas inadecuadas o

discordantes, hasta el extremo de la inestabilidad grave y desintegración.

Las familias que sufren el problema del consumo, tienden a situarse en los

extremos estructurales. O son sistemas muy cerrados, cohesivos-centrípetos, o

son muy abiertos y disgregados, dispersivos-centrífugos. En ambos casos,

cuando consultan, se observa un alto riesgo de desestructuración.

Las conductas ensayadas por la familia tienden en primer término a mantener la

homeostasis del sistema y, con ella, su unidad. Así aparecen grupos de

síntomas que conforman una semiología específica como: preconceptos,

ceguera familiar, recurrencia a los mitos, neurosis de necesidad, codependencia,

y neurosis de conveniencia.

Finalmente, se constata la presencia de un fenómeno digno de ser profundizado

en su estudio, el Modelo Adictivo Familiar.

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20.STANTON, M. TODD, T. "Terapia Familiar del abuso y adicción a las

drogas" Editorial Gedisa, Buenos Aires, 1988

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